¿Qué estudiaste y cómo entraste al mundo de la Ciencia?
Desde muy joven me interesó la ciencia, por lo que siempre tuve claro el área que quería estudiar. El año 2007 ingresé a Ingeniería en Biotecnología en la UNAB sede Viña del Mar.
Desde mi primer año universitario tuve la oportunidad de participar en diferentes actividades que buscaban vincular la ciencia con la comunidad, como tutorías de proyectos de investigación para alumnos de educación media, entre otros. Durante mi pregrado y postgrado participé activamente de los procesos de difusión, formando parte del equipo de admisión y difusión de la universidad, lo que me permitió sentirme muy conectado con la promoción científica y la familia UNAB.
¿Cómo te integraste al equipo de trabajo de la Universidad de Valparaíso?
Obtuve mi grado de magíster el año 2015 y se me presentaron dos opciones: postular a un programa de doctorado o buscar trabajo. A pesar de que fui aceptado en el programa de doctorado de la UNAB, sentí la necesidad de ampliar mis redes de contacto y generar experiencia laboral, por lo que acepté un puesto con jornada parcial en la Universidad de Valparaíso.
Luego de algunos meses, fui seleccionado para un trabajo a tiempo completo en la universidad, participando como asistente de investigación primero para el Centro de Investigaciones Biomédicas, que me permitió trabajar más adelante en el Centro de Neurociencias de dicha casa de estudios, y paralelamente, participar en la fundación del laboratorio de Genómica y Secuenciación para el Campus Reñaca, el primero de su tipo en la Región.
Hasta hoy mantengo una relación estrecha con mis antiguos jefes y colegas de la UV, recuerdo con mucho cariño a los investigadores Pablo Moya y Sebastián San Martín. Sin duda, mi paso por la UV fue fundamental en mi formación personal y profesional, brindándome la oportunidad de participar en siete publicaciones científicas y mejorar considerablemente mi currículum.
¿Cómo llegaste a la Universidad de New York?
Pasaron seis o siete años desde mi titulación del Magister, mis ansias de aprender me llevaron a pensar nuevamente en estudiar y postulé a tres programas de doctorado de manera simultánea, siendo seleccionado dentro de los primeros candidatos para los tres programas. Finalmente, opté por el Doctorado en Biotecnología que es dictado en conjunto por la PUCV-UTFSM, y el que curso como becario ANID de Doctorado Nacional.
Fue durante mi primer año de doctorado que conocí a Sergio Marshall, profesor del claustro de la PUCV y con quién estoy profundamente agradecido. Fue él quién me impulsó y ayudó a gestionar mi estadía en la NYU. Al ser seleccionado, me dieron la oportunidad de cursar una pasantía en la Universidad de New York y formar parte durante toda mi estadía doctoral del Reinberg Lab, dedicado al estudio de la Epigénesis y Transcripción Genética.
Por supuesto que esta es una oportunidad imposible de rechazar, por lo que ya hace aproximadamente un año emprendimos -junto a mi esposa y nuestra perrita Bali- el viaje hacia Estados Unidos. Actualmente vivimos cerca de la playa en Brooklyn, lo que nos recuerda nuestra querida Viña del Mar.
¿Por qué elegiste la UNAB como casa de estudios y cómo recuerdas tu paso por la vida universitaria?
Siempre fui curioso por la ciencia y la vida universitaria, cuando estaba en el colegio participé en todas las ferias posibles, y dentro de ellas, en las actividades específicas de la carrera de biotecnología, donde participaba la UNAB como casa de estudios. Ahí me enamoré de la carrera, en tiempos donde la información disponible era muy escasa y difícil de conseguir.
La UNAB me dio la confianza que hoy tengo como profesional, entregándome contenidos de actualidad y permitiéndome conocer la ciencia de forma práctica, al usar sus laboratorios y conocer su equipamiento, favoreciendo el desarrollo de mis habilidades técnicas. El participar en tanta charla durante mi formación escolar, me hizo querer ser parte de la otra cara de la moneda, representar a la UNAB y compartir mi experiencia con otros estudiantes.
Al ser una carrera pequeña y en constante desarrollo, compartí con tres directoras de escuela distintas: Nancy Maulén y Lorena Marchant, con quienes organizamos el Sexto Encuentro Nacional de Estudiantes en Ingeniería en Biotecnología en el año 2011, que contó con la participación de reconocidos premios nacionales de ciencia. Y María Isabel Oliver, que es la actual directora de la escuela y ha destacado por mantener una relación cercana con sus exalumnos, contribuyendo al vínculo con la carrera.
El estudiar en una sede pequeña me permitió conocer desde el guardia de la universidad hasta quien realizaba el aseo, eso me encantaba. Recuerdo con mucho cariño a Laurita Chiang, secretaria de nuestra escuela, con quien podías resolver problemas o conversar de la vida. Esa relación directa no sólo con ella, sino con toda la escuela es lo que más destaco y he llevado conmigo hasta el día de hoy.
Mi esposa Rossana, Kinesióloga e Ingeniera Comercial de la UNAB es también exalumna. Llevamos tres años y medio casados, pero nos conocimos siendo amigos en el 2008, cuando ambos difundíamos nuestras carreras en las ferias de admisión para estudiantes, por lo que soy testigo de que la universidad me entregó mucho más que solo herramientas profesionales.
¿Qué herramienta entregada por la universidad te ha servido para tu desarrollo profesional y desempeñarte en lo que hoy haces?
Lo primero, el enfrentase a los nuevos desafíos con la confianza de ser siempre un profesional integro y querer aprender.
De forma personal, la universidad me entregó herramientas como el trabajo en equipo, una habilidad importante y que he puesto a prueba todos estos años, los resultados en ciencia dependen de un trabajo colaborativo. Lidiar con las frustraciones, siendo empático y compartiendo los logros con los pares. Y todo lo relacionado con la carrera, en donde destaco principalmente los laboratorios, que están muy bien diseñados y con una excelente implementación, permitiendo desarrollar las habilidades prácticas desde etapas tempranas, parte esencial para nuestra profesión.
Han pasado casi 8 años desde mi titulación y puedo decir que todas las herramientas entregadas por la UNAB durante mi formación están siendo aplicadas al 100% en mi actual paso por la Universidad de New York, una institución competitiva, con un alto desarrollo en investigación científica y muy bien posicionada a nivel mundial.
¿De qué forma contribuyes desde lo que haces o desempeñas a la sociedad?
Este es punto es muy importante para mí, porque creo muchas veces que una simple conversación puede abrir tu mente, tus expectativas y ayudarte a ver las cosas desde distintos ángulos.
Participé por varios años en las charlas de difusión de ciencia que impulsaba “Explora”, y que se enfocaban en estudiantes de enseñanza básica y media. Aquí, las temáticas que abordamos iban desde cómo saber -a través de la ciencia- qué comían los pueblos precolombinos, hasta el avance en las tecnologías de la ingeniería genética, todo con el fin de generar en ellos un interés por la ciencia y potenciar su desarrollo.
La ciencia y la biotecnología en general suelen usar lenguajes muy técnicos, muy difíciles de entender, enfocados principalmente en una comunidad muy cerrada, lo cual hace que el comunicar o conversar de un tema científico en un entorno distinto, sea casi imposible. Hoy, después del Coronavirus, el mundo entendió que era importante entender de ciencia, y más aún, nosotros que estamos relacionados directamente con ella, comprendimos la urgencia e importancia de hablar en con los amigos, con la familia y de hacer de esto un tema más cotidiano.
Creo firmemente que la información es poder, y el poder te ayuda a tomar mejores decisiones en la vida. Por eso, una simple conversación puede motivar al otro para que encienda esa chispa de curiosidad y no se apague más.